Mme de Pollalion tuvo una visión en la que vio cómo la obra de la Unión Cristiana que el Señor le había confiado, había sido escogida y deseada por Dios para llevar el Evangelio al mundo entero. He aquí lo que escribe el Abbé Collin, biógrafo principal de esta mujer de mirada profética:
« Mme de Pollalion oraba mucho a Dios para que los deseos que le inspiraba se cumplieran. La Divina Bondad quiso un día mostrarle los progresos de su Instituto de la siguiente forma : Mme de Pollalion vio un prado, muy grande, atado al cielo con cuatro cadenas de oro que, sin embargo, no tocaban tierra; bajo este prado había un mar muy agitado, que agitaba también el prado, como si quisiera sumergirlo. Este prado le pareció prometedor de abundante mies, lleno de espigas tupidas, de distintas tallas, que estaban atadas al tallo desde la raíz hasta lo alto y que en vez de trigo llevaban piedras preciosas, de colores diferentes y de belleza perfecta. Las había de todos los tamaños y unas brillaban más que otras.
Mme de Pollalion, una vez que volvió en sí, permaneció triste porque no entendía lo que podía significar aquella visión y acudió al único que podía darle la inteligencia. Dios utilizó esta metáfora para darle a entender lo que sería la Congregación. El prado representaba el Instituto: sería elevado por encima de las máximas del mundo y unido al cielo por los votos representados por las cuatro cadenas de oro. Las espigas, muy grandes, eran las hermanas quienes tendrían que trabajar para la salud de las almas. El mar, muy agitado, representaba el mundo y el demonio quienes harían mucho daño al Instituto y provocarían muchos problemas intentando destruirlo pero éste estaría protegido por estas cuatro cadenas quienes, además de representar a los cuatro votos, representan también la protección de Dios sobre el Instituto.”